El
día 9 de septiembre se festejó el día mundial de la arepa, que comenzó a
celebrarse en el 2012. La arepa tiene muchos motivos para celebrarla, por ser
nuestro alimento cotidiano más notable. Probablemente la dramática migración venezolana por el mundo tenga algo
que ver con el inicio de la celebración. Lo cierto es que ahora se come arepa y
quesos venezolanos en muchos lugares del planeta, lo que quizás sea uno de los
dos únicos aspectos positivos que uno puede contabilizar del éxodo: la difusión
masiva de algunas preparaciones de la cocina venezolana por las grandes
ciudades del mundo y el desempeño de muchos emigrantes que han tenido que sacar
lo más ingenioso y mejor de sí para ganarse la vida en tierras extranjeras. Por
donde uno vaya hay la posibilidad de preparar arepas, porque siempre va, como
adelantado en la producción de arepas y empanadas de maíz, un gran esfuerzo
comercial de la empresas Polar colocando desde sus diferentes plantas la harina precocida P.A.N. (Producto
Alimenticio Nacional) en los estantes de los supermercados del mundo.
En
estos días fui invitado al I Simposio virtual de la arepa colombiana organizado
por el periodista Lorenzo Villegas, en representación del Colegio Mayor de Antioquia, Medellín,
Colombia. Fueron dos días de conversación sobre la arepa de maíz colombiana. Yo
no creí que se podía hablar sobre la arepa durante dos días seguidos, sin
repetirse. Pero lo logramos. Y hasta puedo asegurar, después de tan larga
jornada, que quedaron muchas cosas por decir sobre el tema mencionado.
Ese
Simposio fue muy aleccionador para mí por varias razones. En primer lugar, por
la calidad de los expositores y la visión amplia que cada uno imprimió a la
discusión, y por el dominio demostrado en cada caso sobre el tema.
En segundo lugar, porque cambié
la idea que tenía sobre la arepa colombiana: que no era objeto de estudio, que
era marginal, y que una de las pocas notables arepas colombianas era la sabrosa
arepaehuevo. Nunca había vista tanta variedad de arepas regionales, algunas muy
ingeniosas, entre muchas, como la arepa
oreja de perro, con maíz blanco, delgada y muy flexible; o las arepas del Pacífico: majaja y panocha;
la arepa santandareña, que lleva chicharrón en la masa; o la arepa
cundiboyacense, con masa de maíz morado y rellena de cuajada; o la arepa sobre teja, delgadísima, típica de La Calera,
en Cundinamarca; o la arepa rellena con un guisado de arvejas. En tercer lugar,
la arepa se emplea más como un alimento acompañante de sopas y de comidas
diversas. Y excepcionalmente se rellena
con chorizo, cuajada y huevos perico. En cuarto lugar, la arepa es básicamente
un alimento rural, ligada a los viajes y llevada como avío por los arrieros. En
la cocina rural colombiana abundan las sopas y las arepas como acompañante de
esas sopas. En Colombia no funcionan areperas, distintas a las establecidas por
los venezolanos, haciendo patente que en Colombia su arepa no es el centro de
emprendimientos comerciales.
El discurso venezolano de la arepa es algo distinto al colombiano. La creemos venezolana, y hay razones para pensarlo pues su nombre de arepa viene de la voz erepa, del cumanagoto, un pueblo indígena que pobló la costa oriental de Venezuela. La primera referencia no indígena sobre la arepa se debe a un comerciante florentino llamado Galeotto Cey que vivió en lo que hoy es Venezuela entre 1539 y 1553, y escribió Viaggio e Relazione delle Indie. Un manuscrito que permaneció archivado en el Museo Británico sin conocerse hasta 1992, cuando fue publicada la primera edición en italiano, y en español en 1995. Allí se menciona por primera vez a la arepa o fectegua, como también la llamaban. La mención de Cey se anticipa a la conocida de los cronistas en más de un siglo. Durante mucho tiempo el consumo del maíz en la Venezuela colonial estuvo reservado a los grupos criollos sin muchos recursos, mientras que el consumo de pan de trigo era una exclusividad de los españoles peninsulares y algunos grupos de españoles criollos adinerados con ciertos recursos. La arepa se fue posicionando poco a poco en el consumo nacional de carbohidratos en las áreas urbanas, donde se preparaba en el ámbito doméstico, por debajo del pan de trigo, que dominaba en el ámbito público, y se vendía en las panaderías. La arepa mejoró su posición en la demanda urbana a partir de la producción y comercialización de la harina precocida marca P.A.N., producida por el grupo Polar, que la difundió por todo el país utilizando la red de distribución que había establecido con la cerveza. La introducción de la harina precocida, que había sido originalmente una patente de invención registrada en 1954 por el ingeniero Luis Caballero Mejías, fue adquirida por la Polar que comenzó a producirla en 1960 y a comercializarla con una ingeniosa campaña de mercadeo, en la cual se destacaba su enorme virtud de simplificar el proceso de elaboración, puesto que representó una considerable reducción de tiempo, pasando de al menos unas cuatro horas a solo unos 15 minutos. La arepa rellena venezolana se convirtió en un exitoso fenómeno urbano, actuando como un vehículo que recibe rellenos diversos como “pasajero”, y se expende en negocios especializados conocidas como “areperas”, donde constituye una comida prácticamente “completa”. En Venezuela la arepa se ha particularizado con nombres ingeniosos y graciosos, en especial en el ámbito de Caracas, manteniéndose arepas regionales singulares, como las arepas zulianas (destacando la arepa tumbarrancho cabimera, con su gran cantidad de ingredientes en el relleno). En la región central del país, principalmente en Caracas, nacieron muchas arepas con nombres propios: la reina pepiada (creada en 1955 por los Hermanos Álvarez, en honor a Susana Duijm, que ganó ese año el título de Miss Mundo, la primera reina de belleza venezolana), la pelúa (con carne mechada y queso amarillo rallado), la dominó (con caraotas negras refritas y queso blanco rallado), la catira (con pollo y queso amarillo), la de perico (con revoltillo de huevo, tomate, ají, cebolla, etc.), la rumbera (con pernil horneado y queso amarillo rallado), la arepa con diablitos; la llanera (con carne asada en tiras, queso de mano, ensalada de tomate y aguacate), y muchas otras más. La arepa siguió siendo también, sin embargo, una acompañante tradicional imprescindible de sopas, como hervidos y sancochos, y de guisos en vez del pan de trigo, que era otra opción. Ahora la arepa se ha convertido, junto con los quesos venezolanos y el tequeño, en uno de los símbolos gastronómicos más notorios de la diáspora venezolana por el mundo. Y espero que no deje de serlo en el momento en que se anuncie la reconstrucción nacional