El Agua entre los Árabes

El agua y los ärabes

Para el Islam el agua es un don de Allah. Él, oh Allah, creó los cielos y la tierra en seis días, y tiene su trono en el agua (Corán, XI, 7). El que desperdicia el agua que no necesita peca. El agua es una bebida sagrada para los musulmanes, la única bebida que sacia la sed. Con el agua se crearon todos los seres vivientes.   En el Corán  y en el Hadith, compendio de postulaos y dichos del profeta Mahoma,  hay numerosas alusiones a venerar el agua, a no ensuciarla, a no derrocharla ni negarla a quien la necesite.

Es bien conocida la devoción de los árabes por los aljibes, que tienen por lo general el nombre de algún profeta o santo. A la fuente nunca se va a buscar agua después del ocaso, pues se cree que las fuentes están custodiadas por ángeles o santos que, a esas horas, están descansando y no es bueno interrumpir su reposo. Se busca agua durante el día. De lo contrario, se enfadarían los guardianes y la fuente se secaría.

Antes de tocar o beber el agua, el musulmán recita: “Bismi Allah a rrahman a rraahim”, en el nombre de Alá, el misericordioso y compasivo. Luego se toma el agua a sorbos, nunca de golpe, porque la velocidad es un hábito de Shaittan, Satanás.

Antes de la oración hay que practicar el hábito de la ablución, para purificar el cuerpo. Es necesario lavarse la cara y las manos hasta el codo, y pasarse las manos por la cabeza y por los pies hasta el tobillo. La ablución es necesaria despojarse de lo malo antes del rito de la oración. La limpieza y la purificación es un importante valor para el Islam. El agua, don de Allah, es una donación piadosa que limpia el cuerpo y el alma.

Cuando los árabes llegaron a la Península Ibérica, a la caída del Imperio Romano, levantaron mezquitas y palacios y parques donde el agua jugaba un papel importante. En la mezquita aljama de Córdoba, creada en el siglo X por el califa al-Hakam II, hay cuatro salas de ablución, dos para los hombres y dos para las mujeres. Dos hacia el oriente y dos hacia el poniente. En las ciudades árabes o medinas  de al-Andaluz había baños (hammam), y fuentes o aljibes públicos,  y agua que corría por canales (qanats) en las calles. Incluso Madrid, a pesar de su emplazamiento, contaba con un extensa red de qanats con galerías de 7 a 10 km de largo y pocos de unos 50 m de profundidad. El nombre de Madrid viene de una voz árabe, Mayra, que significa canal de agua.

En la mesa árabe nunca falta el agua. El agua para beber se solicita con estas palabras: “Dame agua, que Allah te dé a cambio  agua de Zamzam”. El Zamzam es el pozo más sagrado del Islam, situado en la proximidad de la Meca y la Medina. Allí acuden los peregrinos a beber de esa agua.

Visitar a la mezquita de Córdoba, en España, la edificación más importante del Califato,  resulta una experiencia inolvidable. Uno se olvida de los ruidos del mundo, extasiado  ante la delicadeza de una hermosa arquitectura que privilegia el arco, el azulejo, la fuente y los jardines. El rumor del agua que corre dulcemente por su cauce, sin prisa, toca suavemente las fibras del alma del viajero,  y uno  no deja de preguntarse qué nos pasa a los humanos que nos empeñamos en tanta desunión y  guerra.