El Ajo en Cuatro Tiempos (I)

El Ajo

Mi relación con el ajo no ha sido lineal, si no zigzagueante. Una palabra que ya casi nadie usa, porque la gente cree tener muchas certezas en un mundo esencialmente incierto. Decía que mi aproximación con el ajo ha sido de odio-amor, hasta convertirse en una pasión. A pesar de que el fuerte olor del ajo ahuyenta las pasiones, y los enamoramientos. El poeta latino Horacio (65 a.C.-8 1.C.) lo odiaba. En alguna parte alguien cuenta el origen de esa aversión, o quizás él mismo. Horacio estaba enamorado de una cortesana romana llamada Lidia. Mecenas, gran amigo  de Horacio,  quería alejarlo de ella porque pensaba  que no le convenía. Sabía que Lidia detestaba el ajo y no soportaba su olor, e invitó a Horacio a una comida, muy sazonada con ajo, justo antes de que éste la visitara. Lidia lo rechazo muy airada, incluso groseramente, y se terminó su relación. Horacio, un sabio pota, ignoraba que hay algunos antídotos para aminorar el olor penetrante del ajo. Uno es usar tres gotas de esencia de angélica, o tres gotas de esencia de cardamomo mezcladas con una cucharadita de miel después de la comida, o masticar hojas de perejil o de céleri o apio de hoja o de España,  o comer una manzana, o masticar semillas de anís o de hinojo, o tomar una infusión de romero o manzanilla. Un especialista en la historia de los alimentos como Harold McGee, en su libro la Cocina y los Alimentos, señala que el fuerte olor del ajo es un medio de defensa química empleada por la planta para ahuyentar a los depredadores herbívoros y a algunos insectos, a los cuales repele su olor.

La gente sabe que el ajo (Allium sativum) es una planta de la familia de las liliáceas   originaria del Asia central, y que es una de las  más de 400 especies del género Allium. Los miembros de a familia se parecen en que todos tienen un bulbo de forma redondeada, que está formado por varios gajos, que llamamos dientes, que despiden un olor muy fuerte cuando se les trocea. Hay varias especies cultivadas de esa larga y olorosa familia: el ajo blanco, el ajo rosado, el ajo gigante. Este, por ejemplo, es muy suave, y puede cocinarse como cualquier otra verdura. Un diente de ajo, además, es muy rico aliina, vitaminas A, B1, B, C y PP, así como algunos minerales, como el azufre (en un compuesto llamado alicina).

El término español ajo, al igual que el francés ail, el italiano aglio, el portugués y el gallego alho-hortense, vienen de la voz latina alium, que procede a su vez del celta all, que significa picante, ardiente. El nombre del ajo en inglés es garlic, que deriva del anglosajón garleac, que se descomponía en gar-leek, que significa puerro en forma de venablo, que era una lanza corta y arrojadiza con punta en forma de hoja de laurel. En alemán,   ajo se dice Knoblauch, término que proviene del alto alemán Klioban. En la Edad Media se le decía Chlobilou, Chlofalauh, Knofl o Knowwlich.

La mayoría de las especies del género allium, el ajo entre ellas, contienen unos 300 compuestos sulfurados, que son los causantes de su fuerte olor.  El más destacado de estos compuestos es la aliina o disulfuro de alilo, una sustancia inodora e inerte que no se encuentra preformada en la planta del ajo.  Se forma cuando el bulbo de ajo es cortado, y entra en contacto con el oxígeno del aire. Entonces se transformaba en alicina, por medio de la enzima alinasa. De allí que la máxima potencia curativa del ajo se obtiene al cortarlo y utilizarlo crudo. Al cocerlo entero, se inactiva la enzima generadora del olor y del sabor, y solo es ligeramente picante. A tono con un viejo refrán español que dice: “Ajo cocido, ajo perdido”.  

Un dicho asegura que “El secreto de una larga vida es comer mucho ajo. Lo difícil es guardar ese secreto”.  Emanuele Filiberto de Saboya  le recriminaba a las damas de la corte que no comieran ajos y que lo detestaran. Le decía: “¡Qué necedad! Si comieran ajos  no advertirían su olor  y todas estarían más  sanas en la ancianidad”. Me refería  al príncipe Emanuele Filiberto de Saboya (1869-1931), apodado Testa di Ferro. Y no a su descendiente, Emanuele Filiberto de Saboya, único nieto de Umberto II, el último rey de España, que terminó su reinado, de apenas 34 días, cuando Italia se convirtió en república en 1946.  El nieto estableció hace poco  un food truck en una calle de Los Angeles para vender comida italiana con los colores de la casa de Saboya. Le estaban yendo muy bien en el negocio hasta que le cayó la pandemia…