El Ajo en Cuatro Tiempos (II)

El Ajo

Muchos detestan al ajo por su agresivo olor, pero otros lo aman  por sus propiedades antisépticas, bactericidas y fungicidas. Propiedad que se conoce desde tiempos remotos. Un dentista egipcio llamado Hesy Ha, que vivió en el año 2000 a.C., solía   taponar las muelas con caríes de sus pacientes con una pasta hecha con ajos machacados y miel, tal como aparece en un compendio de medicina del Egipto antiguo. Porque  el uso del ajo en medicina es antiquísimo: aparece en la medicina tradicional del sur de Asia, en las escuelas unani o yunani, unnani-tibb y ayurveda. O en los papiros médicos egipcios que empleaban los sacerdotes para curar sus enfermos de hace .600 años a.C.

Hay una leyenda del siglo XVII en el puerto francés de Marsella conocida como la Leyenda del Vinagre de los Cuatro Ladrones. En aquel tiempo la ciudad había sido asolada por una grave enfermedad infecciosa transmitida por el bacilo de Yersin, que la rata transmite al ser humano por su mordedura o sus pulgas. La gente, aterrorizaba, huía de la ciudad dejando sus casas solas. Los cuatro ladrones del cuento se metían en ellas y las desvalijaban, robándolas sin prisa. Hasta que los apresaron y se supo que se protegían del contagio empapando sus ropas y su cuerpo con una crema que tenía ajo, es decir, alicina. De esa acción delictiva los médicos de la época aprendieron a usar una mascarilla impregnada con ajo para tratar a sus pacientes contagiados por la peste.

Herodoto (484 a.C.-425 a.C) si lo sabía, y nos lo contó en uno de los libros de historia más viejos conocidos.  En su libro de historia, el griego Herodoto dijo que en Egipto, hacia  el año 2600 a.C., el faraón Kheops, el segundo sobreaño de la cuarta dinastía faraónica, ordenó la construcción de varias pirámides en Giza. En la obra de la pirámide de Ghizeh fueron movilizados unos100.000 trabajadores, que eran cambiados cada tres meses. Se les alimentaba con raciones en ls cuales no faltaban  los ajos, las cebollas y los rábanos para alejar las enfermedades y las epidemias. Es lo que dice Herodoto. El ajo era utilizado también parra preservar los cuerpos momificados, lo qu quedó en evidencia al examinar los restos del faraón Tutankamón. Aunque algunos arqueólogos opinan que el ajo difícilmente se fosiliza. Herodo dijo también que en la pirámide de Ghizeh había una inscripción que señalaba que cada mañana se le daba un diente de ajo a cada trabajador, para preservar su salud.

En la Grecia antigua se consumía el ajo como condimento, no de manera directa. Aunque era excluido de las meas de la elite por su fuerte olor, se le servía a los combatientes de los batallones griegos para fortalecer su coraje.  Unos textos mencionan que se creía que los soldados que portaran consigo en los combates una cierta variedad de ajo, la Radix victorialis longa, eran más valientes y tenían asegurada la victoria.  

Esa idea la encontramos recogida por los galleros que se dedican a preparar los gallos para las peleas, dándoles a comer ajos para volverlos más agresivos. En la pieza teatral Los Acarnienses, de Aristófanes, se lamenta Diceópolis, uno de los actores, por la pérdida de su ajo y, en consecuencia, de su vigor.   Y Theodorus le contesta: “Miserable, ¡guárdate de atacar a los hombres que han comido ajos!

Una cita del  Antiguo Testamento  recuerda el aprecio que algunas comunidades sentían por el ajo. Los israelitas exiliados decían que recordaban el pescado que comían  libremente en Egipto, así como los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y el ajo. Esodesde hacía al menos un mes.  probablemente es cierto, pues los hebreos amaban el ajo. Los romanos se burlaban de los hebreos, llamándolos “uidei faetentes”, es decir “judíos hediondos”.  Booz, cuenta el libro de Rut, le daba a sus segadores dientes de ajo, junto con vinagre, para prevenir las epidemias y evitar que se enfermaran.

No obstante, a pesar de sus virtudes, el ajo no era siempre muy bien visto, puesto que era rechazado por las clases aristocráticas y religiosas. La elite griega llamaban al ajo  “rosa fétida” en la antigüedad. A los que habían comido ajo se les prohibía la entrada en el templo de Cibeles, diosa frigia de la fertilidad. El filósofo inglés Stilfon  se quedó dormido en el templo de Cibeles tras haber ingerido un suculento almuerzo condimentado con mucho ajo. En su sueño vio a Cibeles reprenderlo: “Eres filósofo, Stilfon, y, sin embargo, violas las leyes sagradas”. Y Stilfon le respondió: “!Dáme, pues,  de comer, y ya no me alimentaré más de ajo!”

El distanciamiento para los que hubieren comido ajo fue establecida hacia 1830,por el rey español Alfonso de Castilla. Odiaba tanto al ajo que emitió un decreto real,   prohibiendo que se le acercara  cualquier caballero que lo hubiera comido al menos durante el último mes. Eso, por supuesto, era completamente diferente a lo  que pensaban los griegos. En la antigua Grecia se decía que el consumo de ajo trasmitía valor. Entonces,  el ajo era un alimento ordinario para e pueblo, y se incluía en la dieta de los soldados en campaña. Se cuenta una anécdota que tiene omo protagonista a Enrique IV de Francia. Al nacer, en Pau, en 1553, su abuelo Enrique de Albret frotó con un diente de ajo recién cortado los labios del recién nacido. Y el pequeño  apretó sus labios como si fuera a chupar, y su abuelo exclamó, sorprendido por esa muestra de vigor precoz: ¡Anda! ¡Anda! ¡Serás un auténtico bearnés!”