Hubo un tiempo en que en el altiplano andino, en una vasta región habitada por los incas, había un hombre sin huesos en el cuerpo llamado Con. Ese hombre creó el mundo distinto a cómo era él, y pobló la tierra de hombres y mujeres, dándoles mucha fruta y granos para que hicieran pan. Reinaba la abundancia. Pero éstos, por su mal proceder, enojaron a Con. En esta parte provoca decir que, éste, enfurecido, los mandó para el con. Pero no. Lo que hizo Con fue convertir la tierra en arenales secos y estériles, dejándolos sin lluvia. Pasó el tiempo, y vino otro dios, Pachacama, hijo del sol y de la luna, y desterró a Con, volviendo gatos a los hombres que había creado. Entonces, volvió a re-crear al hombre y a la mujer tal como son ahora. Y los proveyó de todas las cosas una pareja tiene. Pero al principio no había comida, y el hombre se murió de hambre, dejando sola a la mujer. Un día ella salió al campo a recoger raíces y frutos para comer, pero no halló nada. La tierra estaba como muerta. Entonces, ella miró al sol de frente y le reclamó por qué la trajo al mundo para sufrir. Pues solo aguantaba hambre y moría de tristeza y pobreza. Entonces, Pachacamac le dio comida y le engendró un hijo (¡Ya desde aquellos tiempos, poco hemos cambiado!). Pachacamac se molestó porque su hijo prefería rendirle culto al sol, su abuelo, que a su propio padre. Furioso, lo despedazó y sembró. Con el tiempo, de los despojos nació el maíz. De sus costillas y huesos nacieron las yucas y los demás frutos de la tierra que son raíces. De la carne nacieron pepinos, pacayes y los restantes frutos y árboles que pueblan el altiplano. Desde entonces, los hombres no conocieron hambre ni tuvieran necesidades.
Del otro lado de la América, en el valle de México, donde vivían los toltecas, reinaba el dios Quetzalcóatl, que era muy rico, y la leyenda cuenta que tenía todo cuanto necesitaba para comer y vivir regaladamente. Entonces, allí, en aquel lugar, abundaba el maíz. Las calabazas eran muy gordas. Las mazorcas de maíz eran tan largas que la gente las tenía que transportar abrazándolas, de lo pesada que eran. Las cañas de bledo eran muy largas y gordas, y unos se subía por ellas como si fueran árboles. Se sembraba y cosechaba algodón de todos los colores para hacer las mantas y los vestidos pintorescos que la gente usaba. Se criaban muchos y diversos géneros de aves de ricas plumas y de muchos colores. Quetzalcóatl tenía todas las riquezas del mundo, y mucho oro y plata y piedras verdes, y muchas otras cosas preciosas. Había mucha abundancia de árboles de cacao con mazorcas de diversos colores, que las llamaban xocochicacaóatl. Los vasallos de Quetzalcóatl estaban muy ricos y ninguna cosa faltaba en aquel lugar, ni había hambre ni escaseaba el maíz para quien lo necesitara.