Melón


Ante mi indecisión que no se decide finalmente a a escoger un melón (Cucumis melo, su nombre científico), el vendedor sonríe y me pregunta: ¿Para cuándo lo quiere? Para hoy, le digo. Él elige un melón y me explica, sosteniéndolo en su mano. El melón está maduro para comerlo hoy o mañana - me dice- si cede cuando usted  lo presiona por el extremo opuesto al  que estuvo unido a la mata. Si no cede, le faltan unos cuantos días para madurar. Recomienda, entonces, envolverlo en papel periódico para concentrar el gas etileno que despide la fruta (así respira) y acelerar su maduración.

Pero, ¿Cuál es el mejor melón? En realidad, es difícil decirlo. Cada variedad de melón tiene sus cualidades, y depende del uso que usted le vaya  a dar: como  fruta de postre o para acompañarlo con jamón serrano, lo que requiere de una cierta firmeza, color de la pulpa y de un dulzor contrastante,  o lo quiere para extraer jugo, o también para industrializarlo, pues la cáscara y las semillas constituyen cerca del 30 al 45  % del peso total de la fruta. Industrializarlo es un proceso relativamente fácil,  con una tecnología relativamente simple y de bajo costo. Industrializarlo  sería una alternativa inteligente para crear un emprendimiento familiar,  agregarle valor al producto y utilizar más racionalmente los desechos (cáscara y semillas), para que no constituyan un problema de severa  contaminación ambiental, por el gran volumen de los desperdicios.

Del  melón se obtienen productos como el jugo y la pulpa,  y subproductos:  como mermeladas, jaleas, helados, fruta confitada (de su cáscara) y  aceite (de sus semillas).   

Los especialistas consideran que las tres variedades más conocidas de melón son:  a- Cucumis melo variedad reticulada (de pequeño a mediano, de forma elíptica,  con superficie reticulada  o labrada, jugoso y muy aromático; b- C. melo variedad cantalupensis, que son frutos redondeados, escamosos, con surcos profundos y espaciados y cáscara dura. La pulpa es amarilla y sólida, buena para fruta de postre. Allí tenemos algunos  cultivares conocidos como Charentais o Cantaloupe; c- C. melo variedad inodorus, de cáscara lisa o arrugada,   de color amarillo, y casi no tiene olor, pero su pulpa blanca o verde es dulce y jugosa.   Allí hay cultivares conocidos como Honeydew, Valenciano  o Melogold.

Pero volvamos al melón  y a sus dulzuras. Lo abro en la cocina y un olor dulzón  invade el recinto. No es una invasión agresiva, sino amable, que vino originalmente  desde Asia o África, a colonizar nuestros gustos.  Y pienso en los manuales de horticultura de la antigua Roma  que explicaban detalladamente la manera de cultivar el melón. Pero entonces no eran  realmente “buenos”, pues Plinio el Viejo se quejaba de que para conseguir uno que valiera la pena había que probar unos  cincuenta. No sé cuánto tiempo   demoraría  entonces su cultivo, pero ahora la siembra, en climas tropicales, tarda de 80 a 100 días. Es un lujo comer melón, me digo, si me  remonto a un pasado tan lejano como a unos 2400 años antes de Cristo.  cuando fueron grabadas escenas con melón en las tumbas egipcias, melones que eran del tamaño de las naranjas de ahora.  O simplemente  evoco tiempos más  recientes,  a finales del siglo XV, cuando los melones se incorporaron a las mesas de las mansiones de la nobleza francesa, y se servían en  la Corte, colocándolos en forma de pirámides, y acompaña su consumo  con vino Moscatel. También  imagino las  semillas secas de melón  guardadas   en una bolsa de cuero,  para transportarlas en la  larga y tortuosa travesía oceánica durante el segundo viaje de Colón a un  Nuevo Mundo que él no imaginaba, en 1493,. Y luego una mano generosa sembrándolas en un modesto huerto de Villa Isabela, en la isla de La Española, en 1494, asentamiento de efímera vida, pues fue abandonado seis años después. 

Después de la fama que adquirió el melón comido como verdura durante la Antigüedad grecorromana, el melón cayó en un completo olvido. Lo resucitaron después los árabes en Europa, cuando seguía comiéndose como hortaliza, hasta que en el siglo XVI empezó a consumírsele como aperitivo, y como fruta,  para la delicia de los reyes. Carlos III lo hacía sembrar en su huerto de la villa de Cantaloupe. Y también de los papas que lo cultivaban en su residencia de Avignon.

Pasó mucho tiempo antes de que el melón se convirtiera en una fruta de consumo mundial.  A partir de los 60,  ya el melón  aparecía corrientemente en las estadísticas de comercio exterior. En esa década el melón ingresó como un commodity, para ir ascendiendo en las preferencias de la demanda, hasta convertirse en una de las frutas más comercializadas mundialmente, junto con las naranjas, los bananos y las uvas.