El sésamo o ajaonjolí (Sesamum indicum) es una planta originaria de Indonesia y de África tropical. Se le cultiva desde la Antigüedad por muchas razones. Por sus semillas, que se usan como alimento base o como condimento, o para extraer aceite usado para cocinar. El sésamo o ajonjolí es, quizás, el más viejo condimento empleado por el hombre, y uno de los alimentos de uso más antiguo, tan antiguo que fue empleado como alimento en la franja formada por la confluencia de los ríos Eufrates y Tigris, desde antes de 1600 a.C.
Su nombre sésamo procede de la voz egipcia sesemt, y fue incluido en la lita de los medicamentos que aparecen en los papiros de Ebers, hacia 1550 a.C. Hay excavaciones arqueológicos que evidencian que en el imperio de Urartu, hoy Armenia, se extraía aceite de sésamo entre los años 900 y 700 a.C. El otro nombre, el de ajonjolí, proviene, según Martín Alonso, del árabe granadino gongolil, y del árabe clásico gulgulán.
El sésamo fue inmortalizado en el libro de las Mil y Una Noches, y específicamente en el cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Allí, se abría la cueva donde Alí Babá atesoraba la inmensa riqueza que acumulaba de sus robos, solo con pronunciar las palabras mágicas de Ábrete Sésamo ¿Por qué sésamo? Quizás porque era muy común y de vieja data. O quizás, pienso, porque las semillas de sésamo al ser tostadas, se abren de pronto con un crujido característico.
El aceite de sésamo era, entonces, el aceite más usado para cocinar, y no se usaba para ese fin el aceite de oliva. Por lo menos eso fue lo que contó el comerciante y aventurero Marco Polo en 1298,, al regresar de Persia. Ahora se le emplea en las actividades de panadería, para decorar el pan con sus semillas, o para terminar la preparación de varios productos horneados como bizcochos o galletas, o como un ingredientes en las tabletas de turrón.