El Encanto de la Sencillez en la Cocina

Sencillez

El misterio de la buena sazón en la cocina depende de cosas muy sencillas, en las que se conjugan la pasión por el oficio, el saber culinario y  unas sencillas reglas que han sido aplicadas por los grandes cocineros de todos los tiempos.  Grandes cocineros son, para mí, los oficiantes de una cocina saludable y sabrosa, que refleje la pasión de quien la elabora, que respete y satisfaga al comensal,  y que exprese su agradecimiento por los  productores  y los ingredientes producidos en   la tierra donde vive y labora.

La línea que hermana  a un cocinero mundialmente famoso como Auguste Escoffier (1846-1935), que es una figura de honor en la historia de la gastronomía francesa, y mundial, y a dos destacados cocineros que ofician en la Isla de Margarita, en Venezuela, como  son Rubén Santiago y Asunción González, Chona, es, en realidad,  muy sutil.

Al final de su vida, le preguntaron a Escoffier qué era para él una buena cocina. Y él respondió que la buena cocina era una prueba del grado de civilización que había alcanzado un país. La materia prima para elaborar una buena cocina era un estilo de vida carente de estrés,  apoyado en una larga tradición, en la capacidad de transmisión de los secretos culinarios transmitidos de madre a hija, y en la importancia de las cocinas locales que mostraban numerosas recetas en cada pequeño pueblo del país,  practicadas durante cientos de años y mejoradas con el paso del tiempo (Villegas 2015).

En un artículo sobre la cocina tradicional margariteña de  los profesores Medina, Ontón y Lauro (2008),  leí dos entrevistas que los autores le hicieron a Rubén y a Chona. Ambos, casi como si se hubieran puesto de acuerdo, dijeron que la esencia de la buena cocina margariteña se basaba en los productos  frescos del mar y del campo, como el tomate y el ají dulce, ambos considerados un tesoro margariteño. Y que el verdadero secreto de la cocina sabrosa  estaba en la frescura y en la calidad  de los ingredientes.

Chona, más explícita sobre su oficio, señaló que su mamá le había enseñado dos secretos en la cocina. Uno era que los ingredientes deberían ser  siempre frescos. El otro era que en la cocina solo se deben usar aliños naturales, como el ajo, el ají dulce margariteño, la cebolla y el pimentón. En la cocina de otras zonas de la isla, como en el municipio Gómez y en Antolín del Campo,  el espectro condimentario se amplía con el agregado del orégano, el pimentón, el cebollín y el exquisito tomate margariteño, que ha resistido todos los intentos de cambio de los innovadores.

Rubén, mi querido Rubén, con su vehemencia característica, habló de los pescados que todavía saltaban en las nasas de los pescadores como un símbolo inequívoco de la frescura que sostiene la trazabilidad de su propia cocina.   En un artículo escrito para la revista Cocina y Vino sobre la visita que hice,  hace varios años, guiado por Rubén,  al mercado de los pescadores de Porlamar, describí mi fascinación por las explicaciones sabias que él me daba sobre cada especie marina que nos mostraban y por la  calidez con que los vendedores de pescado lo recibían en cada puesto.  Allí estaba presente, sin pretensiones, y sin ínfulas de sabelotodo,  la cocina sabrosa y del afecto, la gran cocina, la cocina sabrosa que los verdaderos cocineros, desde Auguste Escoffier hasta Rubén y Chona,  hacen en cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo.  

Referencias

Medina M., Ontón S., Lunar-Leandro R.A. 2008. Gastronomía típica margariteña como atractivo turístico del municipio Mariño. Estado Nueva Esparta. PASOS, Revista de turismo y Patrimonio Cultural.  Vol. 6 (2), Abril, 347-360.

Villegas, A. 2015. Grandes maestros de  la historia de la gastronomía. España: Editorial Almuzara.