Otra Vez Sopa!

 

Mafalda y la Sopa

Yo no sé qué problema tenía Mafalda contra la sopa. Su “puah” se convirtió en una especie de metáfora universal de la rebeldía contra todo lo que la asqueaba, desde una crema de verduras demasiada espesa, aunque fuera muy sustanciosa y nutritiva, hasta las injusticias sociales  que cometían de manera sistemática los gobiernos autoritarios y sus cómplices. Argentina fue durante las décadas de 1960 y 1970 el paraíso del terror y del miedo, y Joaquín Salvador Lavado (Quino)  y su esposa Alicia Colombo debieron exilarse en Milán, Italia. Años después, Quino y su esposa regresaron a Buenos Aires, donde se instalaron en el barrio de San Telmo. Pero ya Quino le había bajado la santamaría a Mafalda y a su entorno (los padres, Susanita, Felipe, Manolito, Guille, Libertad).  En una entrevista, en realidad una auto entrevista, porque era reacio a concederlas,  Quino confesó, hablando de la aversión de Mafalda por la sopa,  que a él si le gustaba la sopa, pero que la repulsión  de Mafalda contra la sopa constituía una metáfora suya contra la imposición, sobre todo la imposición política,  por parte de los militares, que no tienen otra ocupación que reprimir y asesinar al pueblo que protesta contra las injusticias sociales y las malas y perversas gestiones gubernamentales, para proteger  las estructuras del poder  autoritario del cual ellos son el brazo armado y  el principal beneficiario. Quino (1932-2020) acaba de morir a los 88 años en Mendoza, su ciudad natal, y la sopa puede seguir viviendo, ahora sin Quino, su mayor crítico. La vida se terminó sombríamente para Quino, aunque lo sobreviven Mafalda y sus amigos. El disgusto de Mafalda contra la sopa (metafóricamente, contra todo tipo de injusticia social), se convirtió en el símbolo de la rebeldía juvenil, desde que el personaje nació a la vida pública el 29 de septiembre de 1964, hace justamente 56 años en estos días. Las historietas de Mafalda dejaron de publicarse como entregas en los periódicos en 1973, y empezaron a aparecer recopiladas en libros bajo el sello de la editorial La Flor, creada por el editor Divinski y su esposa. Ya en 1974 había concluido el ciclo de Mafalda, pero ella, escapada de la historieta, siguió viviendo como una representante legítima de la conciencia política de los que arriesgan su vida por un mundo mejor, sin dejar de retratar a la  masa de trabajadores que no ven más allá del conformismo social, mientras su país, y el mundo, se deshace en pedazos.  Quizás si Mafalda siguiera activa en sus denuncias, hablaría de los achaques de un viejo, su creador, recordado por el mundo, pero que ahora le tocaba vivir,  sometido a una silla de ruedas, la triste realidad del asedio de  la soledad, tras la muerte, hace tres años, de su amada Alicia. A Quino  no le quedó más recurso que regresar con sus recuerdos a Mendoza, la tierra de los suyos, para buscar en sus últimos años la calidez del afecto familiar, tras haber realizado una maravillosa travesía  por la vida.